lunes, 13 de octubre de 2025

Aunque no sea verdad - Style +18

 —Te amo.

Lo había dicho, en voz baja, mientras se despedía de Stan. Mientras le daba un abrazo de amigos. Después, lo siguió con un gesto de despedida. Stan le sonrió con los labios y con los ojos. Un brillo singular destellaba en sus irises azules bajo la luz de la luna. Kyle sintió su piel cosquillear. Estaba anticipando las palabras. Una y dos. «Te» y «amo».

Pero Stan no las dijo. Después de despedirse de él se despidió de Wendy con un beso en los labios. Kyle se quedó mirando el espacio que se hizo cuando se separaron. Reproduciendo el chasquido del piel con piel en la mente.

—¿Siempre vamos a ir juntos al aeropuerto?

Kyle parpadeó varias veces antes de contestar.

—Claro, yo nos llevo.

Stan soltó una carcajada por lo bajo. —Si tus culos de botella no nos matan primero.

—¿De qué hablas, amigo? Manejo excelente con todo y culos de botella. Tenemos más probabilidades de morir en el aire que con mis manos en el volante.

Stanley rodó los ojos y estrechó su mano por última vez. Kyle lo estaba esperando. Ese tenía que ser el momento. Te amo. Te amo. Te amo. Te quiero. Te amo y te quiero. Te quiero pero no te amo. Te quiero y te amo.

Y no. No dijo nada. Sólo se fue.

¿Por qué no había dicho nada? ¿Por qué no respondió? ¿Acaso Stan no amaba a Kyle? No tenía porqué ser amor romántico, pero tenían historia. Más de una década juntos. El amor entre amigos también cuenta como amor. ¿Entonces por qué no le respondió? ¿Por qué no lo reciprocó?

Después de todo… después de…

—Kyle, se está haciendo tarde, ya vámonos. —Pidió Wendy, ahora sentada en el lado del acompañante, el lugar donde estaba Stan.

Kyle salió de su trance y asintió. Se acomodó los lentes—sus «culo de botella», los necesitaba para conducir—y se subió de vuelta.

No podía dejar de pensar en lo que había pasado antes. En el «te amo» no correspondido, en la sonrisa de oreja a oreja que se sentía como algún premio de consolación, como un fragmento de todo lo que Stan podía ofrecerle a Kyle pero no lo haría. Sentía algo cosquillear debajo de su piel. Podría vomitar.

Siempre sería así con Stan. Fragmentos. Partes. Piezas. Pequeños roces. Miradas cómplices. Sonrisas. Era como si Kyle estuviera sediento y Stan le escupiera en la boca. Nunca sería suficiente. Necesitaba más. Lo necesitaba todo.

Miró a Wendy de soslayo mientras ésta tenía la mirada clavada en las calles, ajena a los ojos de Kyle. Stan la había besado. Le dio un beso de despedida. Como aquellos que sólo le solía dar a Kyle debajo de las sábanas. Ajenos al mundo entero. Escondidos. Cómo si estuvieran cometiendo un crimen…

¿Por qué Wendy podía tener a Stan abiertamente en la extensa noche y en el brillante día y Kyle no? ¿Por qué Kyle tenía que recurrir a fragmentos?

No podía soportarlo más.

Estacionó en un rincón oscuro al lado de la carretera. A unas cuadras de la casa de Wendy. La chica lo miró desconcertada.

—¿Qué pasa?

Tan pronto como lo dijo, Kyle se inclinó sobre su boca, y ella lo correspondió con la espalda pegada a la puerta del auto. De su mente no salían los labios que anteriormente habían estado sobre los de ella. Que estuvieran sobre los de ella toda la noche. La mañana para ir a la escuela. Después del juego. En la fiesta. Besos, besos, besos. Los labios de Stan devorando los de Wendy múltiples veces. Era intoxicante. Casi podía sentirlos. Se arrimó más a su boca. Quería más. Quería cerrar los ojos lo suficientemente y fingir que era él quien estaba entre sus brazos.

—Creí que habías dicho… —jadeó Wendy en un momento de descanso—... Que no haríamos esto más…

Kyle la volvió a callar con otro beso y ella aceptó gustosa. Llevaban meses haciendo eso. Empezó de la misma forma que había empezado esa vez, después de una fiesta, mientras Kyle servía como conductor asignado y llevaba a Wendy de regreso a su casa después de dejar a Stan. Era uno de esos períodos en el que terminaban, o «estamos pensando las cosas», pero Stan había insistido en hacerle ese favor. Ya había notado las señales antes, aunque las había ignorado. Y hubiese ignorado el avance cliché de Wendy de: «¿Quieres algo de beber? Mis padres no están en casa» si no fuera porque llevaba puesta la beisbolera verde de Stan con el logo de Las Vacas de Park High que estaba tan impregnado con su perfume que durante todo el momento en el que tuvieron sexo no pudo sacar su rostro de la tela. Ni siquiera por un momento.

Stan había empezado a hacer eso de darle besos a escondidas mientras hacían pijamadas. Kyle se había vuelto adicto a sus labios. A la textura de su cabello. A su olor. A él. A él. A él.

Sonaba patético. Y Kyle estaba bastante seguro de que era gay. Pero cuando lo más cercano a Stan Marsh te miraba con hambre y buscaba tu cercanía, la decisión más lógica que tomarías sería ceder y beber el sabor de sus labios desde su boca.

Wendy gimió y se balanceó hasta quedar a horcajadas sobre el regazo de Kyle, quien gimió de igual forma y profundizó el beso. Stan la había estado abrazando durante toda la fiesta, robándole besos, mordisqueando su cuello con coquetería, envolviéndola a brazos abiertos. Su olor estaba en todas partes. La Carolina Herrera que le regaló su madre para su cumpleaños dieciocho y que no paraba de usar, mezclado con ese olor que era simplemente Stan. Kyle sentía que se volvía loco. Mordía y lamía la barbilla de Wendy con la esperanza inútil de sentir la cerdosa textura que tenía Stan en su rostro a horas después de rasurarse.

La intromisión fue sencilla, porque Wendy tenía falda y estaba chorreando a cántaros entre los muslos. Ella tenía otras razones para mantener esos encuentros: su relación con Stan era inestable, y todavía no tenían sexo. Stan había discutido eso con Kyle antes, decía que quería que su primera vez fuera especial; recientemente, incluso, había dicho que tendría sexo con ella cuando volvieran a casa después de ganar las nacionales, porque Wendy merecía un verdadero ganador. Kyle lo consideraba tonto y adorable al mismo tiempo. Pero él había manchado esas ilusiones. Tanto por haberle quitado ese privilegio con Wendy como porque ya había tenido sexo con él múltiples veces en su mente, e especialmente a través de Wendy.

Tenía que cerrar los ojos mientras el cuerpo de la muchacha jadeaba y saltaba de arriba a abajo sobre su regazo. Se imaginaba la curvatura del cuello de Stan, sudada y brillante debajo del brillo de la luna. El sonrojo tenue, apenas perceptible en su rostro y en sus hombros. Su abdomen contrayéndose. Kyle besando el lunar entre sus pectorales. Besando con los labios y con los dientes. A boca abierta. Desesperado. Necesitado. Hambriento.

Hambriento, pensó, cegado por el trance. Se llevó a besar a Wendy de nuevo para evitar que el nombre equivocado saliera de sus labios y tener que dar alguna explicación para la que no tenía energía. Wendy gemía contra su boca y balbuceaba entre besos. Kyle capturó su labio inferior y lo jaló entre sus dientes, sacando un gimoteo de sorpresa de su garganta.

Ah, sólo podía pensar en la boca de Stan sobre la suya. Capturando sus labios con esa hambre. Soltando los mismos sonidos. Suspirando y envolviendo su cuello.

Los besos a escondidas no eran suficientes. Kyle los apreciaba, y de verdad que sí, indulgía en ellos las veces que podía, pero siempre quería más de él. Más, más. Era el capitán del equipo de fútbol americano. Tiene un séquito de chicas que lo idealizan. La atención de todos sus amigos y los miembros del equipo. No era justo. Todos querían un pedazo de él, y Kyle quería el más grande. No sólo el más grande, quería el platillo completo, y el masticar el vidrio del plato en el que se sirvió sólo para poder saborear los restos.

¿Por qué no había dicho nada cuando Kyle le dijo que lo amaba? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Acaso no sentía lo mismo?

Miró a Wendy por la rendija del ojo. ¿Acaso se lo había dicho a ella? ¿Cuántas veces lo había hecho? ¿Por qué ella y Kyle no? ¿Acaso su amor no era lo suficiente?

Temía por el futuro. Temía que Stan se casara con Wendy y que ambos tengan un matrimonio inestable y vivan juntos y que se olvide de Kyle y que Kyle sólo pueda vivir el resto de una vida miserable mientras evoca constantemente los momentos de su vida en el que Stan Marsh lo miraba con cariño y besaba sus labios con pubescente encanto. Los momentos en los que podía cogerse a su novia y fingir que era él quien saltaba sobre su regazo y gemía en su oído. Nada se pondría mejor que eso. No mientas Stan se limite a invitarlo a bares a beber mientras discute nombres para la primera hija que tendría con Wendy. Le enfermaba la idea

—Wendy. —Masculló sin aliento—. Wen… Wendy…

—¿Mhm? —Asintió ella con los ojos cerrados en medio de su frenesí.

—Di que me… —se relamió los labios—... Di que me amas.

—¿Qué…? —Sintió un golpe de lucidez y su bamboleo se hizo más lento.

—No tiene que ser verdad ¿Sí? Sólo… sólo dilo. Para que me pueda venir.

—Kyle yo…

—Por favor, —imploró—, por favor, Wendy.

—Está bien…

Kyle la abrazó y enterró su rostro en su cuello, inhalando los restos del perfume de Stan. Cerró los ojos y empezó a embestirla contra el volante. Wendy se aferró a él y empezó a balbucear: «te amo, te amo, te amo.»

Frunció el entrecejo. Podía sentirlo cerca, el orgasmo. Stan lo amaba. Él lo amaba. Lo amaba justo como Kyle lo amaba a él. Era verdad. Era verdad.

—Te amo, te amo, te amo. Stan. Stan. Te amo tanto. Dios, te amo. Te amo. Stan. No me dejes. Por favor no…

Quería tenerlo entre sus brazos. Quería poder besarle con la boca abierta y barbillas llenas de saliva. Quería tocar su cuerpo. Acariciar, sostener, agarrar, pellizcar, morder. Sí, quería morder. Quería romper su piel y saber qué había dentro. Sentir su verdadero sabor en sus labios. Sí, sí…

Con un sonoro y vergonzoso gemido, llegó al clímax. Aferrando su mano en el volante detrás de una temblorosa Wendy que acababa de llegar al suyo con un sonoro gemido. Su cuerpo se sentía ligero. Su cabeza se sentía llena de algodón. Todavía sentía que estaba en un mundo en el que sus sentimientos por su mejor amigo podían ser recíprocos.

—¡Kyle! ¡Ugh! ¡¿Cómo se supone que tape esto?!

Kyle se relamió los labios, sintiendo el metálico sabor de la sangre teñir su lengua. Frente a él, Wendy se tocaba la marca de sus dientes en su hombro con la punta de los dedos y tenía la cara retraída de dolor. Kyle entró en pánico.

—Mierda, ¿yo hice eso? Dios, perdón.

—Tienes que tener más cuidado, demonios. —Se quejó—. Voy a tener que usar trajes de baño de cuerpo completo por el resto del verano si no quiero que me hagan preguntas. ¿Qué te pasaba por la cabeza?

Kyle se relamió los labios de nuevo, saboreando los restos de la sangre. Una imagen se le cruzó por la mente. Un cuello bronceado con besos del sol cubriendo la nueva mordida con su mano y una expresión de entre dolor y excitación en el rostro. Un cabello corto, negro y deshilado. Un pecho plano subiendo y bajando apresuradamente.

Carraspeó, sintiendo una calidez densa formándose en el fondo de su estómago y un cosquilleo debajo de su piel.

—Nada… no lo sé.

8 de Octubre del 2025

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