Apollo acompañaba a Trucy durante la hora del almuerzo todos los días. A pesar de que Trucy era unos años menor que él—Y que, posiblemente, preferiría estar con sus amigas antes que con él—, era bastante agradable. Se sentaban juntos a hablar sobre su banda favorita (un gusto que Apollo no compartía) o sobre nuevos trucos de magia para los cuáles, lamentablemente, usaría al pobre Apollo de conejillo de indias.
La razón del porqué se empeñaba en acercarse tanto a Trucy Wright durante el almuerzo es que—Y esto nunca lo diría en voz alta—veía al señor Wright, el profesor de inglés de los de noveno grado, como a una figura paterna. Y para él acercarse a Trucy sería una forma de sentirse incluído en su familia. Era bastante estúpido y patético, pero ¡Hey! ¡Le estaba resultando! El señor Wright era más cercano a él, incluso había visitado su departamento varias veces (para ensayar los trucos de magia de Trucy más que para pasar tiempo con él, pero eso no es relevante), y le tenía confianza como para dejarle a cargo de su dulce hijita de catorce años.
No podía admitirlo en voz alta. Porque el señor Wright era un maestro terrible y descuidado que nunca se tomaba en serio su trabajo y por eso terminaba dejándoles tarea para la casa todos los días cuando él estaba en noveno grado. Pero, en el fondo, lo que más quería era ser apreciado por él.
Entonces, ese día hizo lo mismo. Esperó a Trucy fuera de su clase de física y la acompañó a la fila del almuerzo. Al sentarse en la cafetería, comenzaron una de esas conversaciones que ellos tenían, en las que hablaban de cosas tan triviales como sus clases o un programa de televisión que ambos estaban viendo.
De repente, su conversación fue interrumpida por un manotazo sonoro en la mesa. Y la figura de Ema Skye, una compañera de Apollo, se hizo presente frente a ellos.
—¡Trucy! ¡¿Tu papá está casado?! —Preguntó repentinamente en un tono interrogatorio.
La pregunta fue tan repentina que Trucy apenas tuvo tiempo para procesarla y generar una respuesta. Siquiera tuvo tiempo para responder. Antes de darse cuenta, Apollo ya había contestado por ella.
—¿El señor Wright? No. No que yo sepa... Al menos no creo.
¿Eso es algo que él debería saber? Maldición. Sí que era algo que debería saber ¿Cómo crearía una relación padre-e-hijo con el señor Wright si no se sabía algo tan básico, siquiera?
Mientras Apollo enfrentaba una crisis interna, Trucy se giró a responder la pregunta con más claridad.
—No, no lo está ¿Por qué? ¿Lo has visto con alguien?
—No, pero tengo mis sospechas, ya ves... —Se colocó sus lentes, aquellos de marco blanco y vidrios tintados de rosa, empezando a hacer una pose pensativa—... El día de ayer, el señor Edgeworth estuvo ausente. Sabes que él nos da la clase de gobierno a los de doceavo grado ¿No? En fin, que estuvo ausente, y el suplente, al menos en el quinto período, fue tu papá.
Apollo ladeó la cabeza, confundido.
—¿Y eso qué tiene que ver...?
—No me has dejado terminar, Polly, verás. —Se sentó en la banca frente a ellos y dejó sus dos brazos caer sobre la mesa—. El señor Wright se veía bastante contento cuando se sentó en su escritorio. Y, a veces, hacía preguntas tipo: "¿Les ha hablado de mí?" "¿Qué les dice de mí?" Y se veía tan contento cuando la gente respondía, sonriendo y riéndose solo. Ahora, hace un rato, me tocó la misma clase con el señor Edgeworth, y estuvo hablando sobre él con el mismo tono risueño. Diciendo cosas como: "¿Los trató bien el señor Wright? Díganme la verdad, porque de ser lo contrario tendrá serios problemas". Hay un radar de sospecha encendido en lo profundo de mi tripa, y llegué a la siguiente conclusión: O se están echando los perros, o de plano son novios ¡Una de dos! ¡Y quiero venir a confirmar mi hipótesis científica!
Apollo frunció el ceño, molesto; ¿Qué insinuaba Ema? ¿Que el señor Wright estaba saliendo con el señor Edgeworth? ¿Con... Otro hombre? Eso no podía ser. Phoenix Wright era un hombre bastante masculino y serio. Nunca estaría con otro hombre.
—¡Protesto! —Apollo golpeó la mesa de repente y señaló a Ema de forma acusadora— ¡Estás asumiendo de más! ¡El señor Wright nunca saldría con el señor Edgeworth!
—¿Ah sí? ¡Pues la única que me puede decir la verdad es su hija! ¡Trucy!
Trucy, por otro lado, había terminado de comer su almuerzo y ahora estaba disfrutando de unas papitas que se compró en la máquina, ajena a la discusión y especulación de sus superiores.
—No les diré nada de lo que sé ¡Al menos que prometan ayudarme con mi show del viernes!
Ema y Apollo se dieron una mirada cómplice que decía todo lo que Trucy necesitaba saber.
—Entonces, no diré nada.
Ema chasqueó la lengua.
—No importa, debe haber una manera en la que pueda descubrir la verdad ¡Y no se me va a salir de las manos!
—¡Suerte con eso! ¡El señor Wright tiene de hetero lo que el día tiene de largo y lo puedo probar!
Klavier Gavin, con una bolsa de papitas en la mano, interrumpió la conversación repentinamente.
—Epa, frentón ¿Por qué tan agresivo? ¿De qué hablan?
—Ay, no tú... —Ema rodó los ojos—. A ver, Klavier, veamos si para algo eres bueno: ¿Se están dando el profe de inglés de noveno y el de gobierno de doceavo sí o no?
—Por supuesto. —Dijo Klavier con una sonrisa—. Esos dos han cogido definitivamente.
Apollo hizo una mueca de asco por su uso de palabras.
—Por favor ¿No pueden tener respeto por la hija del señor Wright, aquí presente? ¡Miren como hablan de su papá frente a ella! ¿No les da vergüenza?
—A mí no me importa...
—Sh, Trucy. No tienes que fingir.
Klavier enarcó una ceja, extrañado por la actitud de Apollo, y se dirigió hacia Ema.
—¿Y al enano qué le pasa?
—Apollo no quiere aceptar que a su figura masculina ideal pueden gustarle los hombres.
—¡El señor Wright no es mi figura masculina ideal! —Negó inmediatamente— ¡Ni siquiera me importa! Sólo no creo que le guste el señor Edgeworth. De hecho, me atrevo a decir que son rivales, más bien.
Habiendo terminado de comer, Klavier hizo bola la bolsa de papitas, y se llevó una mano a su cabello para peinarlo. Luego, golpeó la mesa y señaló a Apollo con un dedo.
—¿Ah sí? ¿Y qué te hace pensar eso? Muéstranos las pruebas irrefutables que confirman que el señor Wright y el señor Edgeworth son rivales y no amantes.
Apollo se cruzó de brazos y dibujó una sonrisa de determinación en su rostro.
—Pues, en noveno grado solían pelearse mucho en todo ¿Te acuerdas de lo descuidado que era el señor Wright hasta la semana de pre-exámenes finales del 2021?
—¿Qué? ¿Cuando se puso de intenso y no aceptaba ni la más mínima transgresión? —Preguntó Klavier
Apollo asintió.
—Exacto. Y ¿Qué dijo esa vez?
—No sé. Yo siempre usaba mi celular en su clase.
—Bueno, tal vez no es que el señor Wright haya sido un intenso, tal vez era que tú le ponías el trabajo difícil. —Comentó Ema entre dientes.
—De hecho, me alegra que hayas mencionado eso, Klavier. —Esa misma sonrisa llena de determinación se volvió a formar en su rostro—. Porque recuerdo que ese día, el señor Wright te sacó del salón por estar con el celular ¡¿No es cierto?!
Klavier sobresaltó sorprendido. Apretó los dientes y ambos puños a cada lado de su cuerpo para después desviar la mirada al suelo. No dijo nada. No lo negó.
—Pero... ¿Sabes quién estaba ahí ese día? —Apollo dirigió su mirada hacia Ema— ¡Tú! ¿Me puedes decir que dijo el señor Wright esa vez?
Ema se encogió de hombros. —No sé, no recuerdo. No me memorizo todo lo que él dice, como tú.
—Sí, bueno, pues él dijo lo siguiente: "Tenemos que poner el mayor esfuerzo posible para ser la clase con la mejor calificación en los exámenes finales. Ayúdenme a vencer al sabelotodo del señor Edgeworth ¿Quieren?" —Citó Apollo de forma un poco vaga debido a que, bueno, habían pasado tres o cuatro años desde que el señor Wright le daba clase— ¡¿Porque, si son pareja, tenían tanto empeño por estar el uno contra el otro?
—¡Protesto!
Klavier recuperó la compostura y sonrió con sorna, golpeando la mesa con su puño. —Ay, frentón, frentón, frentón. Herr Stirn de mi corazón ¿Cómo pudiste pasar por alto un hecho tan importante?
Apollo ladeó la cabeza, notoriamente confundido.
—¿A qué te refieres?
De la nada, el joven Gavin empezó a tocar su característica guitarra de aire, tarareando una canción con la boca en el tono de una guitarra eléctrica de verdad. Luego, señaló a Apollo con una sonrisa socarrona en el rostro.
—¿Acaso te olvidaste de que, junto con el señor Wright, Edgeworth era profesor de inglés de noveno grado? —Se llevó las manos a los bolsillos y se sentó de nuevo en la banca—. Lo lógico sería que hubieran sido rivales en ese tiempo... ¡Pero muchas cosas cambian con los años! ¡Y entre ellas está el corazón!
Apollo dio un sobresalto que lo llevó a dar unos pasos hacia atrás e hizo una mueca de completo asombro y desconcierto.
—¡...p-protesto...!
—¡Protesto a tu protesta!
—¡Cállate la puta boca, Klavier!
Klavier empezó a carcajearse lleno de gozo al ver como Apollo se veía derrotado con tan sencillo argumento.
No podía terminar ahí... No... ¡No podía ser verdad! ¡Tenía que haber una manera de desmentir el argumento de Klavier...!
Pruebas... ¡Eso era! ¡Al joven Gavin le faltaban pruebas!
—¡Un momento! —Apollo gritó repentinamente.
Ema y Klavier levantaron la mirada. Trucy, quien estaba dibujando en su cuaderno, levantó la mirada. El resto de los alumnos en la cafetería, desconcertados por el repentino grito chillón, levantaron la mirada.
Todos los ojos estaban en Apollo. En Apollo Justice y su determinada mirada.
—Klavier Gavin... Dime... —Empezó Apollo para luego señalar al mencionado con un dedo acusador— ¡¿Tienes alguna evidencia que pruebe que el señor Wright y el señor Edgeworth son pareja?!
Ver la expresión de sorpresa deformando el semblante sereno de Klavier fue lo más satisfactorio que Apollo pudo haber experimentado en mucho tiempo, y eso que había sacado una calificación perfecta en su examen de AP Biología ese mismo día.
Pero la satisfacción, como todas las cosas en este mundo, fue efímera. La sonrisa socarrona volvió a pintar el rostro de Gavin mientras buscaba algo en el bolsillo de su pantalón. Apollo estaba nervioso, pero no se inmutó. No había manera en la que Klavier pudiera probar que Wright y Edgeworth eran verdaderamente pareja.
O... Tal vez sí...
Klavier sacó de su bolsillo una nota arrugada y la dejó frente a Apollo, quien no dijo nada, ni siquiera tomó la nota, sólo miró al muchacho frente a él bastante confundido.
—Ahí está tu prueba.
Apollo, temblando inconscientemente, tomó el papel arrugado y lo abrió. La inconfundible caligrafía del señor Wright escribía lo siguiente:
«Espero con ansías nuestra cita. Mientras tanto, te traje tu té favorito. No puedo estar más agradecido contigo por estar siempre a mi lado.»
Apollo no podía creer lo que había leído. Su rostro se puso rojo como un tomate y apretó los labios de tal manera que la piel podría fácilmente confundirse con el hueso de sus dientes. Trucy lo agitó ligeramente.
—¿Qué dice? ¿La escribió mi papi?
Antes de que Polly pudiera responder, Klavier ya estaba hablando.
—El lunes, casi a la hora del almuerzo, el señor Wright entró al salón de la clase de Gobierno y le llevó al señor Edgeworth una bolsa de papel que asumí fue su almuerzo. Le susurró algo al oído, algo que hizo al amargado de Edgeworth reír, y salió del salón. De la bolsa, Edgeworth sacó una nota que lo hizo sonreír como un bobo. Una que arrugó y dejó en su escritorio. Lo que acabas de leer es esa misma nota.
Apollo no lo podía creer. Se sentía derrotado y abatido, como un soldado en su lecho de muerte. Dejó caer la nota en la mesa y se llevó ambas manos a los dos costados de su cabeza.
Mientras Apollo pasaba por las cinco etapas del duelo, Trucy tomó la nota y la leyó.
—Eres un rarito, Klavier ¿Qué hacías con esa nota en tu bolsillo?
Klavier se encogió de hombros. —Estaba anticipando esta conversación desde que vi la nota el lunes. De hecho, la iba comenzar antes que tú.
—Pero esto no confirma que son pareja. —Dijo Trucy.
Apollo levantó la mirada abruptamente; ¿Qué había dicho Trucy? ¿Acaso era eso una señal de esperanza?
—Trucy ¿Qué crees que significa que dos personas vayan a una cita? —Preguntó Klavier.
Trucy se llevó el dedo índice a su barbilla, pensativa. —Puede significar muchas cosas. Yo salgo en citas con Apollo todo el tiempo, pero él es como un hermano mayor para mí, no mi pareja.
Apollo sentía que sé había ganado la lotería al doble con la declaración de Trucy. No sólo podía restregarle en la cara a Klavier como estaba equivocado ¡También había sido asumido en su familia! ¡Ah, sólo faltaba que lo dijera el señor Wright para hacerlo oficial! Tal vez, sólo tal vez, podía llamarlo papá, incluso.
—Bueno, al menos confirma que no son rivales, opuesto a lo que dijo Apollo. Y se llevan, muy, muy bien, por lo que se ve. —Dijo Ema—. Todavía me hace falta información para confirmar mi hipótesis. Así que me propondré recolectar la mayor información posible en lo que queda de semana.
Apollo se cruzó de brazos, su actitud confianzuda nuevamente entrando a su cuerpo.
—Suerte con eso, pseudoinspectora Skye; ¡Te tragarás tus palabras al final de la semana!
La campana que da el fin a la hora del almuerzo sonó y todos los estudiantes se devolvieron a sus respectivos salones. Trucy tenía su clase de álgebra a esa hora. Y a última hora, el siguiente período, tendría la clase de inglés con su papá, en la que estaría leyendo el segundo acto de Romeo y Julieta por la siguiente hora.
Cuando terminó la clase de álgebra, Trucy fue corriendo al salón de inglés con su cuaderno de dibujo en la mano. Parado en la puerta abierta, esperando a que entraran los estudiantes que iban y venían, ahí estaba él. Un metro setenta y seis, vestido con su característico e híper sofisticado traje azul de corbata fucsia. Claro que no sobrepasaba al extravagante pañuelo que el señor Edgeworth lucía alrededor de su cuello, pero aun así estaba demás.
Cuando divisó la imagen de su hija, sonrió de oreja a oreja.
—¡Princesita! —Saludó Phoenix alegremente mientras recibía a Trucy en un fuerte abrazo— ¿Viniste a enseñarme algo?
—¡Ah, sí!
Trucy se separó del abrazo y le mostró su cuaderno de dibujo a su padre. La página en específico estaba llena de estudios varios de anatomía, así como de pequeños bocetos de conejos, Klavier o Apollo que a Phoenix le resultaron divertidos.
—¿Usaste el método que te enseñé?
—¿El de la pelota de béisbol y el clavo? ¡Por supuesto! Si ves la otra página, está llena de caras que dibujé usándolo.
Phoenix revisó la siguiente página con orgullo. Lo llenaba de alegría ver como su hija y él compartían el mismo gusto por el arte. Así sea como un hobby.
—Has mejorado un montón, nena, sigue así.
Después de unas palmaditas en su cabeza y una pequeña caricia en su mejilla, Trucy entró al salón y colgó su mochila en el espaldar de su silla. Tras ella fue Phoenix, quien daba vueltas por el salón hasta su escritorio. Fue ahí cuando la niña notó que éste estaba completamente vacío.
—¿Qué pasó con todo el mundo?
Phoenix suspiró. —Al parecer hay un examen muy importante en la clase de psicología, y la mayoría me pidió permiso para quedarse a terminarlo durante los primeros diez minutos del período. El resto sigue en la cafetería, no han de tardar mucho.
Trucy se encogió de hombros y se sentó. Mientras sacaba su copia de Romeo y Julieta, su padre volvió a levantarse de su escritorio y se asomó por la puerta, inquieto.
—¿Pasa algo, papi? —Preguntó la joven Wright, desconcertada por la repentina actitud de Phoenix.
—No es nada, princesa. —Balbuceó en medio de una risa nerviosa— ¿Crees que puedes cuidar el salón mientras papi va a visitar a un amigo?
Trucy saltó emocionada. —¡¿Eso significa que yo estoy a cargo?!
Phoenix sonrió. —Claro, nena. Sólo no hagas mucho desastre mientras no estoy. Volveré rápido ¿Sí?
Trucy asintió animadamente para después correr hacia el escritorio del profesor. Esa era la autoridad que ansiaba. La autoridad que merecía.
Mientras tanto, Phoenix corrió hacia el salón de Edgeworth al final del pasillo mientras los estudiantes seguían saliendo y entrando de sus salones. Quedaba un minuto para que sonara la campana. Tenía una última oportunidad para verlo en lo que quedaba del día.
En la última hora, todos los profesores de historia de cada grado habían programado una reunión para organizar la agenda y quién sabe qué más. Phoenix no sabía ni le importaba. Sólo sabía que no vería a Miles por un buen rato. Y no perdería la oportunidad de despedirse apropiadamente de él por nada.
Al entrar al salón, éste se encontraba completamente vacío, a excepción de aquel hombre, dos centímetros más alto que él, con gafas de marco cuadrado, cabello gris y un carácter pedante que sólo Phoenix podía penetrar hasta encontrarse con la verdadera actitud del joven afable y benevolente que se ocultaba detrás de esa gruesa capa de arrogancia y frialdad.
Cuando Edgeworth levantó la vista, sus ojos se encontraron. El gris y el café, brillando con la luz del otro. Ambos corazones latiendo con el pulso del otro. Ambos amándose con el amor que el otro le brindaba.
Una expresión de sorpresa decoraba el rostro del hombre más alto.
—Wright... —Dijo sin más.
La sonrisa de Phoenix se ensanchó al escuchar su apellido salir de tan maravillosos labios.
—Miles...
Caminó hacia el otro extremo del salón y sostuvo el rostro de su amado entre sus manos. Edgeworth le correspondió envolviendo su cintura con sus brazos.
—¿Qué haces aquí? —Preguntó Miles— ¿No tienes una clase justo ahora?
—Quería verte. —Dijo Wright—. Quería despedirme de ti apropiadamente. Cuando escuché que te irías temprano no podía dejar de pensar en venirte a ver para poder despedirme de ti como Dios manda.
Miles sonrió con dulzura.
—Oh, cariño. Como te gusta arriesgar tu trabajo innecesariamente.
—Hey, mira, yo tomo cualquier oportunidad que me dé una excusa para no estar encerrado en un cuarto con un montón de niños ruidosos de catorce años lo menos posible. —Plantó un beso en la mejilla de Edgeworth—. Y mira qué maravillosa excusa he encontrado...
—Ah ¿Qué sólo soy una excusa?
—No siempre. En general me gusta tener excusas, pero me gustan más cuando te involucran a ti.
Miles soltó una risita risueña y besó a Phoenix en los labios. Un beso dulce y lleno de afecto. Su rutina de despedida secreta de todos los días.
¿Que si los profesores son pareja? Eso es algo que nadie podía saber. Nadie más que las cuatro paredes grises del salón de gobierno o las paredes celestes del salón de inglés que habían presenciado, mejor que nadie más en esa escuela, el afecto tan genuino y especial que se tenían aquellos hombres.
Fecha: 28 de Febrero del año 2024
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