miércoles, 12 de marzo de 2025

Para Bailar Se Necesitan Dos - Narumitsu

 Sabía más que nadie que no debía estar ahí. Pero era de noche, no había policías, y era su única oportunidad para investigar por su cuenta.

De por sí fue difícil conseguir que Edgeworth aceptase ayudarle con su propia investigación, sobre todo porque era el testigo estrella de Payne, pero sorprendentemente accedió antes de que Phoenix tuviese que acudir a ponerse de rodillas y llorar. Entonces ahí estaban, en la escena del crimen. Las luces del hotel aún encendidas y pocos policías manteniendo guardia de los alrededores. Edgeworth, de todas formas, encontró una manera de pasar desapercibidos; fuera de los ojos de los policías y el inspector encargado del caso.

—¿Por qué tienes esa llave? —Preguntó Phoenix curioso al ver a Edgeworth abrir una puerta del fondo del edificio.

—No quieres saber cómo consigo las cosas que consigo, Wright, o por qué las consigo. —Contestó vagamente y Phoenix no insistió más.

Al entrar, los recibió la oscuridad de un pasillo del personal del hotel, y lo atravesaron hasta dar con la puerta que abría paso a la piscina, la cual de frente daba cavidad a dos caminos. Al caminar a la izquierda, llegarían a la recepción. A la derecha, llegarían al salón de eventos. La escena del crimen.

—Empieza a rezarle a todo lo que crees santo por que no haya ningún policía ahí. —Dijo Edgeworth antes de empezar a caminar hacia el salón.

—Gumshoe y Payne están investigando juntos el cuarto de hotel de la víctima. Creo que tenemos un poco de tiempo. —Contestó Phoenix sin más. La verdad, se sentía bastante determinado con ese caso. Tal vez era el tener a Edgeworth de su lado en la investigación lo que le provocaba esa determinación.

A pesar de estar rodeado por cintas policíacas y que no se había limpiado el desbarajuste de las mesas, el champán, el vidrio de las copas y una que otra silla en el suelo a los alrededores del salón, todavía se veía impecable. Los tonos rojizos y violáceos de las luces en la oscuridad proyectándose en los diamantes plateados le daban a la atmósfera un aire soñador. La sala estaba completamente oscura excepto por aquellas luces de ambiente y el proyector sobre la silueta de la víctima cuando cayó al suelo.

La víctima, Fleu Garmort, un florista francés de treinta y dos años que había sido invitado a un evento en este mismo salón hace dos días, el día de la inauguración del hotel. Para ese mismo evento había sido invitado Edgeworth, quien decidió asistir para disfrutar de una noche amena y social antes de su vuelo a Berlín. Sin embargo, en medio de la fiesta, en esa pista de baile, el hombre había sido asesinado, y todo apuntaba a que su asesina había sido Margareth Spencer de veintiocho años, la clienta de Phoenix. Edgeworth tuvo que prolongar su vuelo porque había sido llamado a testificar para el juicio, ya que había visto el momento exacto en el que empezó a bailar la pareja y el momento exacto en el que cayó la víctima.

Más no vio el asesinato como tal, y ese era el punto.

—Aquí estamos. —Dijo Edgeworth cruzado de brazos bajo la luz brillante del reflector— ¿Para qué me querías?

—Está bien. —Phoenix se aclaró la garganta antes de hablar—. Necesito que me describas con la mayor cantidad de detalle posible lo que viste exactamente.

Edgeworth arqueó la cabeza y se cruzó de brazos.

—Ya lo hice en el juicio de hoy. No hay nada que te pueda contar que no te haya contado. No entiendo para qué me arrastraste aquí.

Phoenix se mordió el labio, pero sólo por un segundo. Un segundo tan corto que duda que Edgeworth lo hubiese percibido en absoluto.

—Por favor, Miles... Tal vez estar en la escena te hará recordar todo con más claridad. Tienes que aceptar que hubo varias contradicciones y huecos en tu testimonio ¿Por qué no llenarlos?

El fiscal se vio un poco asombrado por el repentino uso de su primer nombre saliendo de aquellos labios después de tanto, tanto tiempo. A la final soltó un pesado suspiró y accedió.

—Está bien. —Relajó los brazos e irguió su estatura, desviando la mirada al suelo para prestar atención a donde pisaba—. El señor Garmort y la señorita Spencer estaban bailando justo aquí. Él la guiaba a ella con sus movimientos lentos y ella se dejaba llevar. Ambos parecían sonrientes al principio. Luego, de repente, lo siguiente que veo es al señor Garmort cayendo de bruces al suelo. —Explica Edgeworth. Lo mismo que dijo en la corte ese día—. Supongo que... La señorita Spencer cambió las posiciones dando una vuelta semicompleta con su pie izquierdo, cambiando la posición de sus manos, e inclinándose sobre el hombre. Aprovechó su estado de estupefacción, junto con la posición en la que estaban, sacó el arma de su muslo y lo apuñaló por la espalda.

—Espera... —Phoenix cerró los ojos con fuerza para procesar la información que se le había dado—. Me perdí en baile ¿Puedes volverme a explicar?

Edgeworth suspiró. —Es mejor si te lo enseño. Ven.

¿Miles? ¿Enseñarle a bailar? ¿A él? Se sentía tan inverosímil. Cómo una de aquellas fantasías con las que solía soñar despierto cuando tenía quince años. Pero esta vez era de verdad, y estaba pasando en ese momento.

—Yo seré la víctima y tú serás la señorita Spencer ¿Te parece? —Sugirió Edgeworth

—A-Ajá... —Tartamudeó Phoenix nervioso.

—Entonces...

Edgeworth posó su mano en la cintura del abogado, quien por su parte había puesto la suya en el hombro del fiscal para después entrelazar sus manos sueltas. Ambos se hallaban debajo del único reflector encendido, y así empezaron a bailar, guiados por Edgeworth.

Empezaron con lo usual. Ambos entrelazados, dando vueltas lentas alrededor del otro, y Phoenix no se podía sentir más nervioso. Aquella cercanía tan cautivadora estaba haciendo mellas con su lucidez. Tenía que concentrarse en los movimientos de Edgeworth, pues aquellos eran claves para la defensa a favor de la señorita Spencer, pero no podía concentrarse en sus pasos cuando estaba embriagándose con el olor del perfume del hombre ni cuando se sentía envuelto por su calor.

Por un momento, un momento fugaz, ambas miradas se encontraron. El café y el gris, brillando bajo la almidonada luz del reflector.

Edgeworth carraspeó.

—Ahora, cambia de posiciones. Pon tu mano en mi cintura y yo la pondré en tu hombro.

Habiendo dicho eso—porque siempre ha sido muy obediente—, Phoenix acató la orden. Se llevó la mano a la cintura de Miles, cubierta por la tela, provocando que éste automáticamente se llevara su propia mano a su hombro.

—¿Y-Y ahora...? —Phoenix tartamudeó de una manera que no lo hizo sentir orgulloso en absoluto.

—Estuvo bien, Wright, pero me gustaría que lo hicieras más rápido. —Edgeworth pausó por un momento—. El cambio de posiciones, es decir. Quiero que cuando pongas tu mano en mi cintura, inmediatamente hagas el intento de inclinarte sobre mí. Así entenderás mejor lo que asumí que sucedió esa noche.

—Está bien...

Phoenix repitió la acción. Esta vez, se llevó la mano de Edgeworth más a su espalda que a su cintura y se inclinó sobre él, forzando al fiscal a sostenerse de sus hombros en busca de estabilidad. Entonces, ahí estaban ellos; debajo de aquel reflector de ensueño, rodeados de luces de ensueño, y mirándose fijamente a través de sus hileras de pestañas.

Phoenix podía jurar que el corazón de Miles estaba latiendo desbocado, pero la cercanía entre ambos era tanta que provocaba que los latidos de uno se confundieran con los del otro y viceversa. Como si fueran los dueños de un solo corazón. Como si estuvieran destinados a estar así de cerca, sus pechos juntos, sus corazones anhelando ser parte del otro como dos piezas de un mismo rompecabezas ansiando ser completado.

La adrenalina no dejaba de cosquillear debajo de su piel, y temió humillarse ante aquellos preciosos ojos grises que lo miraban penosos entre una hilera de largas pestañas castañas, debajo de una mata de cabellos grises que se pegaban con ternura en sus pómulos y partes de su nariz romana.

Parecía que ambos anticipaban un beso ante tanta cercanía; mas, por un momento, aquel intercambio de miradas parecía un beso por sí solo. Un momento en el que los límites de la intimidad se confundían en una nube densa que enturbiaba sus cabezas y hacía muy difícil que se mantuvieran sobrios.

Phoenix se aclaró la garganta.

—¿Así está bien... Miles?

Miles se sobresaltó de nuevo ante escuchar su primer nombre saliendo de esos labios, y tembló cuando se percató de lo cerca que estaban de los suyos propios.

En un atisbo de lucidez logró recordar el porqué de todo aquello. Porqué ambos estaban a centímetros de distancia del otro. Porqué estaban repitiendo aquel baile. Porqué sus respiraciones se mezclaban y sus manos se entrelazaban.

Edgeworth tragó en seco.

—S-sí. —Tartamudeó con vergüenza—. Así está bien... Phoenix.

—¡¿Señor Edgeworth?!

La voz que escucharon gritar detrás de ellos fue, inconfundiblemente, la del inspector Gumshoe. La sorpresa fue tanta que, en un agigolón por alejarse del otro lo más pronto posible, Phoenix soltó sin cuidado a Miles y lo dejó caer del culo contra el suelo.

—¡E-Edgeworth! —Se agachó a su altura y lo ayudó a levantarse.

El fiscal, por su parte, se sobaba la nuca en un intento por aliviar su golpe.

—Inspector Gumshoe, buenas noches. —Suspiró Miles mientras se sacudía sus pantalones de noches.

—Señor Edgeworth... M-Me sorprende verlo aquí a estas horas de la noche.

—Lo mismo digo ¿No habían terminado la investigación hace unas horas?

—Así debió de haber sido, señor, pero... —Gumshoe se rascó la nuca, un tic que hacía cuando estaba nervioso, que era casi siempre cuando estaba alrededor de Edgeworth—. El fiscal Payne pensó que sería mejor si hacíamos una investigación más profunda del cuarto de la víctima. Lo que sí me pregunto es qué hace él aquí.

Lo último se completó señalando a Phoenix con un dedo amenazante, lo cual hizo que se tensara por un momento.

—Tiene mi permiso. —Contestó Edgeworth. Y eso debió de haber sido más que suficiente—. Tuvo la misma idea que tú y Payne.

—¿Consiguieron algo allá arriba? —Preguntó Wright impulsivamente.

Gumshoe soltó una carcajada tosca y sin gracia al mismo tiempo que echaba sus hombros atrás. Claro, con Edgeworth se ponía nervioso, pero hacia Phoenix se refería con sorna.

—¡Eso lo descubrirás mañana en el tribunal, amigo! No hay manera en la que te dé permiso para ver la investigación del departamento de policía. —Contestó con esa sonrisa socarrona que sólo sabía hacer el inspector—. Deberían irse justo ahora. Ya es muy tarde y mañana el juicio empieza por la mañana. El fiscal Payne también se estará yendo en breve.

Phoenix apretó los labios; ¿Había cumplido con lo que quería descubrir con esa investigación? Tenía que pensarlo mejor. No fue muy consciente del baile en un sentido analítico; pero, Dios ¿Quién podría? Con su rostro tan cerca de él... Con esos ojos grises perforando en lo más profundo de su ser a través de los suyos propios... Era casi imposible para él pensar en cualquier otra cosa.

Antes de darse cuenta, estaba en la puerta del hotel, listo para caminar junto a Edgeworth a donde sea que estacionó su auto deportivo rojo.

—¿Te sirvió?

La voz de Edgeworth, repentinamente, lo sacó de sus pensamientos. Al levantar la mirada el hombre estaba junto a la puerta abierta del lado del acompañante.

—¿Disculpa?

—Esa pequeña... Pesquisa tuya. —Aclaró— ¿Sirvió de algo?

—Ah... —Phoenix se apresuró a asentir—. Claro, por supuesto. Puedo hacerlo funcionar.

Dios quiera que lo pueda hacer funcionar...


Fecha: 17 de Abril del año 2024

No hay comentarios.:

Publicar un comentario