Si le preguntan a Wukong cuál de todos los momentos del día eligiría él para estar en la playa, él diría, sin dudas, que la noche es su favorito.
Era simplemente más pacífico y encantador. Con la luna brillando en el cielo como una perla y las estrellas reflejándose en el agua. El ruido de las olas era más relajante, más disfrutable. Podía gozar del sonido de la naturaleza con más calma y así limpiar su mente. Estar rodeado de gente activa, del sol quemando su piel y atiborrarse de sodas y comida en la mañana era bastante bueno, pero no se comparaba al sosiego de la noche.
—¿No va a venir con nosotros? —Preguntó MK mientras recogía unas sillas, viendo que el rey no se movía de su tumbona.
—Más tarde los alcanzo, hijo. Pueden irse sin mí. —Contestó, mirando de reojo la cabaña en la colina detrás de él. Tenía varias casas de esas en todos los lugares de la montaña, afortunadamente—. Quiero despejar mi mente un rato.
—¡Está bien! —Vociferó el muchacho seguido de una sonrisa—. Si nos necesita, sepa que estamos en la cabaña. —Luego se dió la espalda y comenzó su caminata.
Habiendo estado solo, pudo por fin disfrutar de la serenidad en el ambiente. De la sensación de la arena entre sus dedos, del aire puro entrando y saliendo de sus pulmones, de las olas chocando contra la arena. Se sentía envejecido, para ser honestos. Cuando era más joven, solía odiar tener que estar tranquilo y meditar; simplemente no podía estar quieto. Y ahora, con el alma pesada y la cabeza llena de pensamientos, había aprendido a valorar más los momentos así.
Sin embargo, en ese momento, había recordado cuánto los odiaba.
Y es que si había algo que Sun Wukong detestaba más que nada en esta vida, era tener que estar solo con sus pensamientos. Qué terrible castigo. Parecía que sus momentos de paz tan imposibles de conseguir eran los momentos más oportunos para que su mente se llenase de negatividad y los arrepentimientos del pasado.
Y es que no dejaba de pensar en todo lo que había sucedido. Todo por su culpa. Por su ambición, por su avaricia. Todo por los errores que había cometido en el pasado y parecían querer perseguirlo hasta el futuro. Y ahora, a pesar de todo, sabía que no todo iría bien. Sabía que esto sólo era la paz antes de la tormenta. Así lo había dicho Macaque.
Macaque.
¿Cuál era su relación ahora? ¿Era buena, era mala...? Parecían estar bien. Digo, no han arreglado nada lo suficiente como para volver a ser amigos pero... Al menos no se gritaban cada vez que se veían. Casi.
Estaban progresando. El progreso es bueno.
No sentía que se merecía el perdón todavía, de todas formas. Toda la mierda que hizo en el pasado... Lo que los llevó al punto en el que están ahora... No, eso era algo difícil de perdonar. Algo, incluso, imposible de perdonar. Maldición, nadie en su sano juicio perdona a su asesino ¿O sí?
Macaque ni siquiera debería hablarle. Debería alejarse de él. Sería lo mejor.
—Ah, mierda... —Se quejó, removiéndose en la tumbona. Quería ahuyentar todos esos pensamientos negativos lo más rápido posible.
Cerró los ojos lentamente y trató de recordar el proceso de meditación que le había enseñado Sanzang muchas veces. Aunque no la utilizaba seguido porque para él meditar era prácticamente imposible, pero lo necesitaba ahora. Intentó apartar los pensamientos de su mente lo más rápido posible. No podía seguir así.
Un ruido proveniente de su lado. Ha de ser uno de los monos.
—¿Noche difícil? —Dijo una voz reconocida. Una voz en la que estaba pensando.
Abrió los ojos y se encontró con la imagen del mismísimo Liu'er Mihou en todo su esplendor. Con su pelaje azabachez, piel morena y ceño fruncido. Ahora aportaba una camiseta sin mangas blanca debajo de una camisa abotonada color fucsia. Hizo su lugar en la tumbona de al lado, mirándolo.
—Sigues aquí. —Observó un anonadado Wukong. No esperaba a que Mihou se quedase. Él no era de los que se quedaban hasta el fin de la fiesta.
—¿Quieres que me vaya?
—No, eso no... Eso no fue lo que quise implicar. —Suspiró.
Ambos miraban a la luna, brillando como una joya en el extenso manto azulado que era el cielo, reflejándose en el agua.
—¿Tú qué haces aquí? La gente está celebrando ahí adentro ¿No te les quieres unir?
El rey volvió a suspirar. —No... O sea, sí, sólo que... —Negó con la cabeza—. No lo sé. Han pasado muchas cosas. Supongo que quería descansar un rato y asimilarlo todo.
—Ya veo...
—Tengo tantas cosas en mente y no sé cómo procesarlas todas. El cielo carece de un emperador ¿Sabes la cantidad de cosas a las que estamos a punto de enfrentarnos? ¿Sabes todo el peso que tenemos sobre los hombros?
—De eso estaba hablando en la mañana. No quisiste escucharme. Dijiste que no querías pensar sobre eso.
—¡Sí, pero es inevitable no pensar sobre eso! —Wukong se incorporó por un momento antes de volver a dejarse caer en el espaldar de la tumbona—. Tú lo sabes, Macaque, ha pasado demasiado como para simplemente ignorarlo. Hay mucho en juego; vidas en juego. Y no dejo de pensar en como todo eso es mi culpa...
—No lo... —Macaque carraspeó—. Completamente... No.
Wukong negó con la cabeza. —Si tan sólo hubiese una manera en la que pudiera espantar estos pensamientos...
Con los brazos detrás de la cabeza y los ojos cerrados concluyó esa oración. A pesar de la compañía del macaco de seis orejas, había silencio. Un silencio tenso, de esos que vienen en medio o luego de una discusión. Pero no planeaba en matarlo. Sólo quería descansar.
Hasta que sintió un peso caer sobre sus piernas.
Cuando abrió los ojos, ahí estaba; sentado en su regazo a horcajadas e inclinando su rostro dolorosamente muy cerca del suyo. Macaque tenía un brazo apoyado en el espaldar para mantenerse estable y el otro jugueteaba con el borde abierto de su camiseta desabotonada, tanteando terreno con sus dedos a lo largo de su torso desnudo. Sun Wukong ahogó un chillido.
—¡¿Qué se supone que estás haciendo?!
—Quiero despejar tu mente.
—¡Esto es todo lo contrario a despejar mi mente! —Incoscientemente, posicionó ambas manos en las caderas de Macaque. Dios, eso le había traído tantos recuerdos del pasado...
Un escalofrío eléctrico recorrió su espalda, y Mihou soltó una risita lasciva.
—No pareces tan indispuesto...
Wukong lo ignoró, o eso intentó. —Hay gente esperándonos en la cabaña de atrás; cualquiera podría salir y vernos. Podrían escucharnos, inclusive.
—¿Ahora le importa eso, mi rey? —Susurró acercando sus labios a su mejilla derecha, arrimándose contra su entre pierna. Wukong reforzó el agarre en sus caderas— ¿Se le olvidó lo mucho que le gustaba tomarme contra un árbol a escondidas mientras el resto cenaba en la otra habitación?
Wukong soltó un suspiro ronco a medida que Macaque se arrimaba más y más contra él, creando una fricción deliciosa. Su mente se empezó a nublar, e inconscientemente le empezó a seguir el juego empujándolo con las manos paulatinamente. El mono más bajo gimió sobre él y lo miró a los ojos con una mirada sombreada en lascivia.
—Haga... Hagámoslo rápido... —Dijo Wukong con dificultad entre gimoteos.
Macaque sonrió con malicia a medida que llevó ambas de sus manos al borde de los pantaloncillos de Wukong, tanteando terreno con los dedos, viendo como el hombre debajo de él se desesperaba poco a poco. Podía escucharlo gimotear de forma llorosa mientras que rogaba entre suspiros que lo atendiera.
«tan ansioso...» pensó. Y desató la cinta que abstenía a sus shorts de caerse.
Sin ropa interior—como habría que suponer de él—, su miembro rebotó inmediatamente fuera de su prisión de tela. Grueso, erecto, palpitante y goteando pre-semen. Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Mihou miró a su aportador a los ojos mientras se lamía la palma de la mano derecha, sus ojos penetrando los del contrario, los cuáles parecían demasiado perdidos como para importarles cualquier otra cosa que no fuera el hombre sobre sus piernas.
Lo empezó a bombear de arriba a abajo con una delicadeza muy poco característica de él, prestando mucha atención a las reacciones de su rey. Cuando iba lento, soltaba suspiros y gemía su nombre quedito. Cuando iba rápido, su respiración se entrecortaba, sus garras se clavaban en la piel de las caderas de Macaque y se mordía los labios para no soltar un sonoro gemido. Cuando jugaba con la cabeza—usando el pulgar y la punta del índice—su ceño fruncía y empezaba a alagarlo entre suspiros «eres tan bueno...» susurró «me estás volviendo loco», «lo estás haciendo muy bien...» y Mihou se mordía los labios al sentir un escalofrío eléctrico nacer de su plexo solar y palpitar en su entrepierna. Era demasiado débil ante ese tipo de atención.
Quería más. Más de sus reacciones, más de su calor, más de su atención.
Entonces, se le ocurrió una idea. Y para eso necesitaba no tener pantalones.
Se levantó un poco sobre el cuerpo ajeno para así quitárselos y patearlos en algún algún lugar junto a la tombona. Disfrutaba de la ausencia de ropa interior, también, así que su palpitante y mojado coño estaba expuesto, golpeado por la brisa nocturna.
—Mac... —Dijo el rey entrecortadamente mientras sentía como la extensión de su pene se llenaba con la viscosidad que emanaba de la entrepierna del hombre sobre él.
Macaque se movía de adelante hacia atrás en un ritmo paulatino. Su vientre se contraía a cada uno de sus movimientos pélvicos, y ante cada electrochoque que la excitación provocaba. Wukong no apartaba las manos de sus caderas, buscando más de esa sensación deliciosa, sintiendo como su pelaje y su verga se humedecían gracias a los fluidos.
—M-Macaque. —Gimoteó el rey—. Necesito... N-Necesito, ngh...
—¿Qué sucede, mi rey? —Preguntó con aires de soberbia, sabiendo bastante bien qué era lo que sucedía. Y manteniendo esos aires de control sobre la situación cuando era más que obvio que sus jadeos, suspiros y gemidos se hacían cada vez más altos.
—Por favor... No seas...
—¿Mm? ¿A qué te refieres?
—Macaque... —Gruñó.
Mihou soltó una risa para luego levantarse un poco sobre su rey e introducir poco a poco su falo. Tan grande y grueso... Tan duro... Necesitado por atención... Wukong soltó un sonoro y ronco gemido cuando sintió la estrechez del otro, seguido de un «eres tan bueno... Tan bueno para mí.» que hizo que Macaque se mordiese los labios.
Él era tan bueno en lo que hacía. Tan bueno en satisfacer a su rey.
Empezó, entonces, a montar su pene. De arriba a abajo, de lado a lado, a delante y hacia atrás. Haciendo que el gran sabio perdiese la cabeza. Sus gimoteos y jadeos se hacían cada vez más altos.
Pero Wukong ni se quedaba atrás. Se llevó las manos a la cintura de Macaque y empezó a moverlo manualmente, acariciando su espalda con los dedos. Acercó su rostro al de Mihou, el cuál estaba inclinado sobre el suyo y lo besó. Fue un beso tan anhelado en la inconsciencia. Sentía como el otro arrimaba su boca a la suya, y como acunaba su rostro con las manos. Lo estaba volviendo loco.
Macaque tenía razón. Eso sí que había alejado su mente de sus pensamientos negativos. Dios, y no había otra mejor manera de haberlo hecho.
Se separó de él y acercó su boca a sus tres orejas derechas para empezar a lamerlas. Recorría con su lengua de abajo a arriba y viceversa. Sacando un sobresalto y un gemido de parte de Macaque.
—E-Eres tan bueno... —Suspiró de forma entrecortada mientras escondía su rostro en uno de los hombros del mono negro y clavaba sus uñas en la piel de sus caderas—. Tan cálido y tan estrecho... Ngh...
Estaba cerca, podía sentirlo, y quería decirle a Macaque si no fuese porque parecía que él también lo había notado, y él también lo estaba. Empezó a dar sentones apresurados mientras se inclinaba hacia atrás y se sostenía de los costados de la tumbona con una mano y se estimulaba con la otra. Wukong le ayudó apretando el agarre en sus caderas y embistiéndolo más apresuradamente. Entonces, con un sonoro gemido, Macaque dió un brinco mientras sentía el orgasmo recorrerle el cuerpo. Y de la misma manera, Wukong terminó también, llenándose tanto a él como a Mihou con su semilla.
Jadeantes y cansados, se miraron el uno al otro. La mano de Macaque aferrada al espaldar de la tumbona y las de Wukong buscando sus caderas. Tenía el rostro tan sonrosado, el pelo desordenado, la cara sudorosa, las pestañas tan largas, sus ojos preciosos... Quiso buscar su boca, inclinarse y besarlo. Así que eso hizo, se inclinó sobre él y...
Un jadeo de impacto a sus espaldas hizo que Macaque inmediatamente se alejara lo más posible de Wukong y se incorporara. El rey, por otro lado, casi rompe su cuello al voltearse a ver a qué se debía.
Xiaotian estaba detrás de la tumbona a contra luz con los faroles de la cabaña detrás de ellos. Tenía una expresión de desconcierto en el rostro.
—¡MK! —Tartamudeó Wukong con una sonrisa nerviosa, intentando subirse sus shorts—. N-No te escuché...
—Quería saber si en algún momento iba a venir porque nosotros ya nos íbamos... —MK inhaló profundamente y dirigió su atención al mono de seis orejas—. Hola Macaque.
—Hola hijo ¿Cómo te va? —Saludó devuelta, aparentemente despreocupado. Wukong podría matarlo de nuevo en ese momento.
—Bien ya... Ya me iba... Ugh. —Exclamó, frunciendo el ceño—. Les vamos a dejar la cabaña bastante sola, por si querían saber.
Luego, se dió una vuelta y se fue, sacudiendo la cabeza múltiples veces.
Macaque soltó una carcajada que parecía estaba reteniendo desde el momento en el que el muchacho apareció. Wukong le dió un golpecito de molestia en el pecho.
—No me da risa.
—Fue accidental. Pudo haber sido cualquiera.
—Pues hubiese preferido que fuese cualquier otro en vez de MK. Dios, qué puto asco; es como tener sexo frente a un gato ¿No sientes la vergüenza?
Macaque rodó los ojos. —No es como si él no hubiese hecho lo mismo con otras personas, especialmente el niño de DBK. —Macaque se incorporó y empezó a arreglar su ropa— ¿Te sientes mejor?
La pregunta lo tomó desprevenido. —¿Qué?
—Que si te sientes mejor.
—Ah...
Se le había olvidado porque empezaron a hacer eso desde un principio.
—Sí, muchas gracias.
Fecha: 6 de Junio del año 2023
No hay comentarios.:
Publicar un comentario