miércoles, 12 de marzo de 2025

ícaro - Shadowpeach +18

 Había conocido a Sun Wukong, el rey de los monos, desde hace un tiempo considerable. Fue hace tanto que cualquiera creería que no lo recordaría, sin embarho, Liu'er nunca podría olvidarlo. Un día, en la montaña de las flores y frutos, Macaque se encontraba en su rutina de fingir ser la sombra del rey (rutina que había nacido de la curiosidad) mientras éste paseaba por los jardines frutales de la montaña. De repente, mientras estudiaba un árbol de granada roja, dijo en voz alta, «Sé que no eres mi verdadera sombra». La sorpresa de Macaque fue acompañada por el sonido tosco y jugoso de la fruta al abrirse entre los dedos del rey y deslizar su jugo a lo largo del palaje anaranjado que cubría sus brazos. Se volvió sobre sus talones, mientras mordisqueaba las semillas, y miró frente a frente a la sombra que lo perseguía. «Révelate o tendré que matarte.»

Eso no sería necesario, desde luego. Macaque, con timidez, se libró de su lóbrego disfraz para dejar ver, en su máximo explendor, seis orejas cuya naturaleza tostada brillaba en el sinfín de un montón de vellitos iluminados bajo el sol y un pelaje negruzco que se expandía a lo largo de su cuerpo sin tocar su rostro de ojos amarillentos y semblante cohibido.

Wukong no pudo evitar sonreír. La luz del sol reflejada en su pelaje anaranjado lo hacían lucir como una lengüeta de fuego. Y sus movimientos ágiles y fluídos—mientras lo estudiaba de arriba a abajo, por delante y por detrás—le daban más aires fúlgidos. Lucía como un arrebol de carne y hueso.

—Váyamos al templo.

Dijo. Ordenó. Sugirió. Macaque no lo sabía, pero aún así lo siguió. Lo siguió porque era su rey. Lo siguió porque nunca dudaría de él. Lo siguió cómo Ícaro voló hacia el sol mientras sus alas se derretían hasta caer y besar el suelo con su espalda desnuda.

(...)

Ahora, lo estaba siguiendo de nuevo en una nueva experiencia.

El rey estaba sentado en su regazo. Las piernas abiertas con los muslos tensos y sus tibias descansando sobre las sábanas de seda que componían su cama. Wukong rodeaba su cuello con ambos brazos mientras lo besaba con lascivia. Lamiéndole los labios mientras masajeaba sus hombros con descaro y se arrimaba contra la erección ajena. Macaque lo tenía agarrado de las piernas, bien colocado.

Wukong había sugerido la idea de cambiar su cotidianidad sexual. Experimentar, intentar diferentes cosas. Ahora, el que sería penetrado sería él. Era una experiencia por la que no había pasado antes, para ser sincero.

«¿Está seguro de eso, mi rey?» había preguntado Macaque. Y con un brillo en la mirada Wukong le respondió que nunca había estado más seguro de algo antes en su vida.

Recostado, ahora, contra el colchón, Wukong se arrimaba cada vez más contra la boca de Macaque. Buscando más de ese narcótico sentimiento. Se aferró a su espalda y llevó una de sus piernas a la entrepierna del contrario. Provocando que éste se aferrase más a él con un jadeo entrecortado y ceño fruncido de una forma bastante peculiar. Wukong se reía debajo de Mihou como un niño que había cometido una travesura.

—¿Qué harás? ¿Lastimarme? —Cuestionó con sarcasmo.

Macaque no contestó, simplemente se llevó la boca al cuello contrario y empezó a morder y succionar la piel expuesta como un loco—Remojando con los labios su nuez de Adam, perfilando con la lengua las líneas protuberantes del esternocleidomastóideo—Todo ese aire de soberbia se había esfumado de Wukong el momento en el que Macaque decidió tomarlo con la boca. Bajar por su cuerpo, besando su clavícula y mordiendo su pecho. Tanteando con los dedos cada cicatriz y cada estría. Besando su vientre desnudo y luego llevándose los labios a la cara interior de sus muslos. Escuchando cada jadeo, suspiro y gimoteo que salía de los labios de su rey. Evitando, deliberadamente, la flor que se retorcía con el tacto del viento entre sus dos piernas.

—M-Mac... Ngh... —Gemía el rey con voz trémula— ¡Liu'er!

Gimió de repente, ya que el mono de seis orejas había empezado su trabajo en la entrepierna del mono anaranjado. Lamiendo de arriba a abajo su húmeda vulva. Acariciando con los dedos su clítoris palpitante. Succionando y besando todas las áreas posibles.

Wukong era una maraña de sonidos confusos y espamos. Con una mano tenía aferrado el pelo de Macaque y el otro brazo yacía entre sus dientes, imposible para él contener sus sonidos obscenos. Macaque se sentía más que complacido. Cuántas veces no había sido su rey el que se encontraba entre sus muslos sonrojados, saciando su venéreo apetito con su boca.

Levantó su rostro, apartando así su lengua de la intimidad del rey, y acarició con los dedos el área inferior de la vulva, tanteando, tímidamente, su virgen entrada

—Entonces es verdad... —Dijo de repente el macaco, llamando apenas la atención de un Wukong con los sentidos adormecidos—. Sigue intacto.

—¿Tan raro te parece...? No he tenido sexo hasta el momento en el que pude adaptar mi cuerpo como yo quisiera. —Explicó.

Macaque miró de nuevo el área. La suave piel-aún más humectada con sus propios líquidos-era bastante llamativa para él. Sólo de imaginarla alrededor de su miembro hacía que su plexo solar arda con locura. Pero no podía descartar que sería la primera vez de Wukong haciendo esto.

—¿Estás seguro...?

Wukong sonrió con diversión. —¡No te preocupes! El dolor no me afecta.

—No es dolor, Wukong. Es incomodidad. Es pánico. Tienes una cosa dura adentro y es muy incómodo los primeros minutos. No es como los dedos. Además que hay muchas terminaciones nerviosas así que sientes cada que se dilata y se cierra y...

—Estaré bien, Macaque. —Contestó para tranquilizarlo—. Después de todo, no lo haré con cualquiera. Lo haré contigo

Con el corazón martilleando contra su pecho, acarició su entrada.

—Vamos a intentar primero con los dedos. Así te acostumbras más rápido a la incomodidad ¿Bien? —Avisó en una voz argentina poco propia de él. Wukong asintió.

Introdujo el primer dedo mientras dejaba besos a lo largo de sus piernas. Wukong se dió cuenta de la incomodidad que mencionaba. Dejaba una sensación poco placentera en su interior al principio. Pero se fue acostumbrando cuando Macaque lo sacaba y lo metía, con cuidado de no lastimarle. Y sus besos lo llenaban de tranquilidad y le provocaban escalofríos placenteros.

Sintió sus piernas flaquear y empezó a soltar suspiros y gimoteos en un tono de voz quedito cuando Macaque introdujo otro dedo. Esta vez, sintió como su entrada se dilataba aún más de una manera extraña e incómoda. Sin embargo, no fue difícil acostumbrarse cuando sintió el cuerpo ajeno inclinarse sobre el suyo y lo fue besando meticulosamente mientras aceleraba las embestidas. El interior de Wukong apretaba alrededor de sus dedos y sus líquidos hacían un chapoteo bastante obsceno. El rey se aferró a la espalda de su compañero y gimió lo más quedito que pudo contra sus seis orejas, lo que envió una ola de escalofríos desde su cabeza hasta lo último de su espalda baja.

—¿Lo está disfrutando, mi rey?

Wukong no podía hablar. No podía especular. No podía formular sonidos que fuesen coherentes. Sólo asintió entre lastimeros gemiditos con la boca apretada. Sus piernas temblaban sin control y no dejaba de mojarse.

Con una sonrisa, Macaque se incorporó erecto sobre su rey para así poder acomodarse entre sus piernas. Se inclino sobre él y acunó entre sus manos el rostro del rey e inclinó su cabeza hacia adelante para besarlo. A medida que el beso ganaba poder, acercó su cuerpo aún más al ajeno y apartó sus manos de las mejillas contrarias para posarlas en sus muslos y aferrarse a estos. El grueso falo perfilaba de arriba a abajo la humedad intimidad de Wukong.

—Estás a tiempo de arrepentirte. —Susurró Mihou sobre la boca ajena—. Podrías quedar adolorido.

Ya no estaba la preocupación de antes, sino un tono burlón.

—No te subestimes. —Respondió el rey mientras rodeaba el cuello de su amado con los brazos.

Macaque introdujo lenta y delicadamente—lo más posible—su extensión dentro de la vagina de su rey. Sintiendo como ésta se dilataba alrededor de él, palpitante y erecto. Wukong se aferró a su espalda, clavando sus garras en la piel ajena, y cerró los ojos con fuerza. Macaque pudo notar su afligida reacción así que se inclinó mas hacia adelante y llenó su rostro de besos para calmarlo.

—¿Estás bien, mi amor? —Susurró Macaque contra su oreja.

Wukong asintió. —Sólo es algo incómodo...

—Te dije.

—Me voy a acostumbrar.

—Por supuesto que te vas a acostumbrar. Simplemente no quería que pasaras por algo así. Mi primera vez fue fea.

Un rato después, el rey se arrimó aún más contra la pelvis ajena, indicando que estaba listo para seguir. Macaque lo tomó fuerte de los muslos y se irguió sobre el mono de pelaje naranjizo, quien lo miraba desde abajo con el rostro sonrosado como un durazno maduro y el cabello desordenado. Se veía etéreo. Etéreo e inefable.

Empezó a dar embestidas paulatinas. Movimientos pélvicos suaves contra la entrepierna de su rey. La incomodidad fue remplazada por la excitación y Wukong entonces volvió con esa sinfonía de sonidos confusos. De balbuceos y gimoteos. Aferrándose a la espalda de Macaque, usando sus brazos y sus piernas.

Cuando se hubo acostumbrado, Wukong pidió ma rápido y más fuerte. Más profundo, más rico, más intenso. Entonces Macaque aceleró las embestidas y le dió a su rey lo que tanto exigía. Cada que salía y entraba de él podía ver cómo se abría en la palpitante extensión de su verga.

—¿Le gusta, mi rey?

—Mhm... —Asintió complacido—. T-Tan grande... Profundo... ¡Mgh...!

Wukong sentía como sus piernas flaqueaban. Un orgasmo acumulándose en el piso de su vientre. Más no lo dejaría ir, no todavía.

Macaque salió de su rey para sentarse en la cama, abierto de piernas. Con el rostro sonrosado y la respiración agitada. La cabeza adormecida y los ojos dilatados. Wukong no podía evitar pensar en lo lindo que se veía de esa manera.

A pesar de que le estaba dando la espalda, volteó su cabeza y tomó la de Mihou con una mano para besarle la mejilla.

—Eres precioso. —Dijo mientras se frotaba contra su rostro y con la otra mano acariciaba su miembro de arriba a abajo, humedeciéndolo con sus fluidos.

A pesar de todo, Macaque también se encontraba en una situación patética. Con el rostro más rojo que nunca y soltando jadeos y gemidos desde lo más profundo de su garganta. Quiere sentirlo otra vez. Sentir como se envuelve alrededor de él. Tan cálido y estrecho. Quería oír de nuevo el chapoteo de sus dos pieles.

Introdujo su miembro nuevamente con la misma delicadeza, ambos soltando un gemido sonoro al unísono. Macaque tenía a Wukong bien sostenido de la cintura mientras que el rey no sabía qué hacer con las manos.

Empezó de nuevo el ritmo. Sus mentes adormecidas con la dopamina del momento dejándose llevar por el hambre que tanto sentían. Wukong no podía estar más complacido. Sentía como palpitaba en su interior, como salía y entraba de él, como acariciaba su cérvix. Amaba la sensación. La amaba demasiado. Quería sentir aún más como se empujaba dentro de él. Como lo penetraba sin cansancio.

Era su primera experiencia y no quería que fuese la última.

—Más d-duro... —Rogaba con la voz cansada. Sintiendo nuevamente el climax avecinarse.

—¿Qué pasa, mi rey? —Cuestionó Macaque mientras acariciaba su vientre de forma peligrosa, jugando con el comienzo de su pelo púbico— ¿Todavía no está satisfecho? Qué pena...

Wukong no lo entendió al principio hasta que colocó el dedo corazón de la mano derecha en su clítoris, apretándolo y moviéndolo a su antojo. Eso envió descargas de energía por todo el cuerpo de Wukong. Provocando que los dedos de sus pies se enrollaran, sus manos apretujaban la sábana de la cama y su cola tenía aprisionada una de las piernas del cuerpo ajeno, enredándose más en ésta. Estaba siendo sobreestimulado de una forma tan obscena. Disfrutando de los placeres carnales cómo un rey.

—Mmm... Voy a... ¡Ngh! Mac...

Ni siquiera tuvo que terminar la oración para que el otro supiera que estaba cerca del orgasmo; y es que él no estaba en una situación mejor. Aceleró el ritmo de sus embestidas, de manera que lo único que se escuchaba era el sonido de las pieles chocando de forma apresurada. Wukong tembló y se retorció mientras sostenía el rostro de Macaque con una mano y la sábana con la otra.

Un gemido sonoro salió de su boca mientras experimentaba el orgasmo. Sintiendo espasmos y temblores eléctricos por todo el cuerpo, llenándolo de serotonina y dopamina. Echó la cabeza hacia atrás mientras descansaba su mano en el hombro ajeno. Una ola de relajación lo consumió de repente.

Macaque, por otro lado, sólo dió dos embestidas mas para luego venirse dentro de Wukong. Un montón de balbuceos y gemidos entrecortados salían de sus labios mientras dejaba lo último de su semilla bien adentro. Besó al rey y salió de él, dejando un chasquido cuando se separó de esa entrada tan húmeda.

Habiéndose acostado en la cama, Liu'er rompió el silencio.

—¿Estuvo bien...? —Cuestionó sin aire. Wukong volvió su rostro hacia él.

—¿Qué si estuvo bien? Dios, y todavía tienes el descaro de preguntarme. —Rodeó la cintura del contrario con un brazo y acercó más su cuerpo al suyo, posando su barbilla en la cabeza ajena—. Quieres que te infle el ego, contándote sobre lo bien que me cogiste ¿No es así?

Macaque sonrió en su cuello. —Tal vez.

Entonces, Wukong empezó a besar su coronilla. Y así comenzó una sesión de besos. Ambos habían disfrutado de esa nueva experiencia. Porque eran ellos, y cada que hacían algo entre ellos sabían que se sentirían seguros.

Macaque había seguido nuevamente a su rey y experimentó su fuego de nueva cuenta.


Fecha: 14 de Abril del año 2023

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