miércoles, 12 de marzo de 2025

Acicalarse - Shadowpeach

 Después de haber acabado con Lady Bone Demon y haber resuelto muchas cosas, Macaque volvió a Flower Fruit Mountain.

Fue una decisión difícil, sí tenía que ser honesto. Todavía no confiaba plenamente en Sun Wukong como para soportar tener que vivir en el mismo lugar que él. Las primeras semanas, durmió fuera con los demás momos. Luego, empezó a dormir en el sofá de la casa. Y, a veces, se sentaba a ver televisión con Wukong. Tardes en las que sólo se acompañaban sin decirse nada porque cualquier cosa que saliese de sus bocas podría arruinar esa extraña cercanía. Pero, hey, era un avance. Todavía no se hablaban, pero al menos podían estar en la misma habitación sin querer matarse.

Un cambio grande en la vida de Macaque, que llegó junto con haberse mudado a Flower Fruit Mountain de nuevo, fue el cambio en su pelaje. Antes, no se molestaba por la comida; sólo comía basura o comida humana para alivianar su apetito. Tampoco se preocupaba por acicalarse ni tomarse duchas, a menos que realmente lo necesitara. La vanidad dejó de ser su prioridad hace años, sin darse cuenta que junto con ella también se estaba yendo su salud. Eso cambió cuando volvió a la montaña; cambió su dieta, se bañó y se dejó hacer por los monos que la rodeaban. Eso le recordó lo mucho que añoraba sentirse así de querido.

Un día, sentado en una piedra con un monito en un hombro y un cuaderno en el regazo escuchó una voz gritar a sus espaldas. Cuando volvió su rostro hacia el ruido se encontró con Wukong, vestido únicamente por unos pantalones y unas sandalias. En sus manos llevaba un cepillo y una botella de champú junto con una toalla colgando de su antebrazo derecho. Macaque enarcó una ceja.

—¿Qué es todo eso? —Cuestionó.

—Oh ¿Acaso no estás familiarizado con los productos del aseo personal? —Contestó Wukong en un tono burlesco.

Macaque rodó los ojos y frunció el ceño. —Por supuesto que lo estoy ¿Por qué vienes a mí con todo eso?

—Porque nos vamos a bañar juntos.

Macaque se sobresalta ante la respuesta. Es algo que se puede malinterpretar en otro contexto. Y Wukong parece no darse cuenta hasta que ve su expresión.

—¡No lo quise decir con segundas intenciones! —Se apresuró a contestar, cohibido—. Me refiero a, bueno... Mira, Mac, llevas siglos con un higiene terrible. Antes de que volvieras a Flower Fruit Mountain tu pelaje estaba horroroso y descuidado; tienes que cuidar tu apariencia. No sólo por estética, sino por tu salud ¿No ves que desde que llegaste aquí y empezaste a alimentarte con algo que no fuera chatarra tu pelaje empezó a ganar vida otra vez?

—Pues qué sermón tan descarado teniendo en cuenta de quien lo da... —Contestó Macaque. Recordaba lo poco que le importaba al rey de los monos revolcarse en la tierra y comer lo que se le diera la gana.

—Para tu información, de hecho, mi pelaje está muy bien cuidado. —Contraatacó— ¡Tócalo! Con sólo pasar los dedos entre mi pelo tienes suficiente. Se siente como si fuese agua.

—Te has convertido en una vieja frustrada y vanidosa. —Comentó Macaque seguido de un suspiro. Se acercó a él y empezó a ver los productos que llevaba. Tomó la botella de champú entre sus manos, era verde y tenía el diseño de la pata de un gato—. Esto es champú para gatos, Wukong. Ni siquiera está hecho para nuestro pelo.

—De hecho descubrí que nuestro pelaje no es muy exigente; incluso podemos usar champú humano. Pero elegí el de gato porque deja el pelaje más esponjoso, sedoso e hidratado.

—¿Te estás escuchando? —Cuestionó Macaque con una sonrisa y el ceño fruncido—. Das risa.

Wukong se sonrojó de la vergüenza. —Sueno patético, lo sé. Pero cuando vives solo por muchos años y no sabes qué hacer con tu tiempo libre, te enfocas más en las pequeñas cosas que te mantienen entretenido. No conozco la definición de la palabra flojera desde hace años, en serio; el aburrimiento me tiene desesperado. —Soltó una risita—. Al menos le saqué algo bueno a eso ¿No crees? Supongo que te debe de parecer raro, tu conoces más al viejo yo...

Macaque se sintió culpable de repente. El patético era él quien, a pesar de buscar alguna manera de burlarse de Wukong, siempre terminaba empatizando con su debilidad profundamente.

—Ya, vamos a bañarnos.

    (...)

A la final, no fue tan desagradable.

Ambos estaban al otro lado de la cortina de agua, bañándose en el lago que ésta alimentaba. A sus espaldas, descansando en la grama, se encontraban sus cosas; sus toallas y la botella de champú que olía a coco. Ambos completamente desnudos; no es como si les importara demasiado. Con Macaque en las piernas de Wukong y el contrario masajeando su cabeza llena de espuma.

Luego de eso seguiría Macaque, quien también se tomaría su turno para aplicarle champú.

—¿Qué estabas haciendo antes? —Preguntó Wukong para matar el silencio mientras vertía agua sobre la cabeza de Macaque para escurrir la espuma. Éste, en respuesta, soltó un sonido agudo.

—¿A qué te refieres?

—Cuando llegué tenías un cuaderno en las manos.

El rostro del macaco de seis orejas enrojeció de la vergüenza. Su mirada clavada al frente.

—Estaba practicando...

—¿Practicando qué?

—Dibujar.

—¡Oh! —Exclamó sonriente—. Pero si dibujas muy bien, Macaque. Siempre me ha gustado como dibujas.

—Aún así no se puede ser lo suficientemente bueno en todo. Tengo que practicar y mejorar mis habilidades.

Ronroneos salían de sus labios ante los masajes que estaba recibiendo en su cuello cabelludo. Después de todo, estaba siendo bastante relajante.

—¿Y el niño?

Esa pregunta estaba carcomiendo a Macaque desde el momento en el que Wukong se le acercó y le propuso bañarse juntos. Es que era una situación tan repentina y sin lógica que la única explicación que le podía dar era que MK no podía entrenar ese día.

—Tiene el día libre.

—¿Le diste un descanso? —Macaque parecía sorprendido.

—Todos merecemos descansos ¿No crees? Si no se podría abrumar. —Vertió otro poco de agua sobre su cabeza—. Además, quería hacer esto contigo.

El corazón del macaco de seis orejas se aceleró ante el último comentario y se odió por eso. Se odió por esa reacción, porque insinuaba que lo seguía queriendo. Se odió a sí mismo por dejar que Wukong provocara tales reacciones en él después de tantos, tantos años.

—Sea lo que sea que estás buscando, debo decirte que es demasiado tarde.

Macaque sintió como el rey de los monos se tensaba a sus espaldas. Cómo dió una pausa ante lo que había dicho. No podía ver su expresión pero sí que podía adivinarla. El entrecejo y la nariz fruncidos, y una muñeca de desagrado en la boca, junto con ese brillo de culpabilidad en los ojos. Wukong suspiró y secó la cabeza de Macaque un poco; para que le fuese más sencillo acicalar su pelaje.

—No intento arreglar las cosas de la noche a la mañana, sólo intentó acercarme a ti de nuevo; quiero dejar de actuar como si no hubiéramos tenido nada antes. Como si siempre hubiésemos sido un par de extraños que se odian profundamente. —Explicó mientras tanteaba el peine en el pasto con sus manos—. Nos hemos hecho mucho daño, sobretodo, yo te he hecho mucho daño. Pero sabes que me arrepiento con locura; duraría una vida entera pidiéndote perdón y aún así no sería suficiente. Sin embargo, tú tampoco estás libre de pecado. Por eso, quiero que seamos dos pecadores juntos. Creando un vínculo a base de una tragedia. Quiero intentar de nuevo acercarme a ti.

—¿Cuando te volviste tan sabio? —Cuestionó Macaque con una sonrisa burlona.

—¡Siempre fui un sabio! —Reprochó con enojo.

—Eso no era más que un título que realmente no aplicaba muy bien.

—Bueno, puedes decir que miles de años en soledad te hacen pensar demasiado, sobretodo, en tus errores.

Macaque no contestó. Wukong empezó a deshacer los nudos en el pelo de Macaque con el peine que tenía en las manos; a purgarlo de piojos y de mugre. Macaque no se sentía tan reconfortado con la técnica.

—Usa tus dedos.

Wukong parpadeó repetidas veces.

—¿Disculpa?

—Deja esa cosa y usa tus dedos conmigo.

El mono dorado no pudo evitar sonreír con picardía.

—Te refieres al pelo ¿Verdad?

Macaque responde dándole un codazo al costado de la costilla. Wukong suelta un quejido doloroso en medio de una risa.

No obstante, acata su orden y empieza a desatar sus nudos con los dedos. Sacándole varios ronroneos a Macaque en el proceso.

Cuando hubo terminado con la espalda, le pidió que se diese la vuelta para desatar los nudos del frente. Y cuando lo tuvo frente a frente, sonrió.

Estaba en su estado más puro. Podía ver sus seis orejas y la cicatriz en su ojo derecho. Las ojeras, las cicatrices, las marcas. Todo aquello de lo que él se avergonzaba. Pues a Wukong verlo así, tan genuino, era todo un privilegio.

—¿Qué esperas? —Cuestionó Macaque.

—Nada, es que... —Wukong tomó su rostro entre las manos y lo sostuvo así por un tiempo. Luego, sin poder aguantarse, besó una de sus mejillas—. Eres precioso.

Entonces, empezó a dejar besos por el resto de su cara, sorprendiendo a Mihou. Besó sus cicatrices, sus seis orejas, todo aquello que ocultaba con vergüenza. Besó todo aquello, porque se le hacía bello.

—Mira lo bonito que eres, amor mío... —Susurró, envolviéndolo en un abrazo. Macaque se retorció debajo de su tacto y se aferró más a su espalda— ¿Por qué estás temblando?

—Por nada, es sólo que... —Tartamudeó—. Te extrañé mucho... —Susurró.

Wukong se quedó callado por un tiempo, acariciando la espalda de su contrario. Haciendo círculos en su pelaje con la punta de los dedos.

—Yo también.

—¿Por qué...? —Tragó saliva— ¿Por qué nos separamos, Sun Wukong? ¿Por qué te fuiste...? ¿Por qué no...? ¿Por qué no cumpliste tu promesa?

Ahora era el turno del mono de piedra de aferrarse a la espalda del otro. Podía sentir su cuerpo temblar también. El nudo formándose en su garganta.

—Ya estoy aquí... Ya... Podemos tener ese futuro que tanto queríamos.

—No es lo mismo. Lo sabes.

—No pretendo que lo sea. No pretendo que seamos iguales a cuando éramos hace cientos de años. Pretendo que construyamos el futuro que todavía queremos con los nosotros de ahora. Podemos... —La timidez le consumió de repente. Empezó a rascar la piel de Macaque con sus uñas. Un tic que hacía con su propia piel cuando estaba nervioso— ¿Podemos hacer eso?

Macaque dió una pausa silenciosa por un tiempo. Era tan tentador y a la vez tan ídilico. Habían pasado tantos años. Ellos... ¿Eran capaces de volver a tener una relación tan profunda? Es decir, los sentimientos siguen ahí. Pero... No son las mismas personas...

—Sí. —Dijo Macaque—. Podemos darnos la oportunidad.

Y así continuaron acicalándose. Sabiendo que habían, por lo menos, progresado un poco.

Fecha: Enero 2023

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