Antes de empezar advierto que esto lo escribí a las 3 de la madrugada así que si muchas cosas no hacen sentido o están mal escritas es por eso adiós.
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Ace Trappola sólo se había enamorado tres veces en la vida.
La primera fue de una chica en su salón que usaba trenzas y se pasaba las clases haciendo burbujas de chicle. Ella era genial para el Ace de doce años. Le gustaban las mismas bandas que él, andaba en patineta y le hacía reír. Todo se fue a la mierda cuando ella tuvo que cambiar de ciudad.
La segunda fue con un chico en su salón que le ayudaba con sus tareas. Este chico era muy inteligente, social y muy bueno con la magia. Tenía cuadernos llenos de dibujos y Ace sintió una revolución interna al enterarse de que también lo dibujaba a él. Con él tuvo un noviazgo, no duró mucho porque la llama se empezó a apagar poco a poco.
A ese punto, Ace pensaba que tal vez el amor no era para él. Que tal vez era arromántico o algo así. Que sus relaciones duraban por ratitos y que eso estaba bien. Al menos no se debería preocupar como los demás.
O eso creía, hasta que cierto chico de ojos azules como el cielo y pelo negro como la noche le lanzó un caldero encima. Ay, qué romántico; se ponía rojo de sólo recordarlo.
La verdad no sabía cuándo fue que esos sentimientos pasaron de ser platónicos a ser románticos. Tal vez cuando Deuce le contó la razón del porqué asistía al NRC. O cuando empezaron a buscarse inconscientemente. O cuando empezaron a dormir juntos, abrazados, despertando con las piernas y los brazos enredados entre las almohadas, el edredón y el cuerpo contrario... Pero ese era sólo un detalle.
Ah, el buen Ace Trappola; todo un personaje. El único con la suficiente capacidad para enfrentarse al tirano de Riddle Rosehearts, el líder de Heartslabyul, y también provocarle un overblot que casi lo mata, todo en un sólo día. Pudo hacer todo eso y más...
Pero aún así no podía declararse a su crush...
—¿una cartulina suena bien? —Preguntó.
Ace no era conocido por ser un romántico, en realidad, las cosas relacionadas con amar le iban fatal. Era muy torpe y no se tomaba nada en serio. Por eso fue que, para declararse, le pidió consejos a Cater y a Trey.
Eran sus adultos de confianza. No sabía cómo funcionaba el amor en el mundo en el que vivía Yuu, y la verdad no se ve como que el muchacho sepa mucho de amores. Hablar con Leona sería como hablar con la pared. Azul daba miedo, y los gemelos Leech lo daban aún más. Jamil era Jamil. Vil era novio de Leona y eso le decía todo acerca de sus experiencias con el amor. Idia era arromántico. Y el doloroso enamoramiento que tenía Malleus Draconia por El Prefecto de Ramshackle era razón suficiente para abstenerse de hacerle preguntas; de paso le tenía miedo, mucho miedo.
Por eso Cater y Trey eran su lugar seguro. Cater había leído muchas historias de amor, así que debía de saber sobre el tema. Y Trey era lo suficientemente inteligente y cuerdo como para pararle el tren a Cater si se necesitaba.
—¿una cartulina? ¿en serio? —Cuestionó Cater, con una sonrisilla confusa—. Hacer eso es muy tedioso, da vergüenza, y de paso cabe la posibilidad de que su respuesta no sea sincera ¡Es un no-no!
—Esta vez tiene razón. Una cartulina es algo... —Concordó Trey.
Ace suspiró. —¡Y qué demonios se supone que haga, maldita sea!
—No tienes que ponerte tan agresivo. De seguro se nos ocurre otra cosa.
Se quedan ahí, pensando, mientras que Ace ya se estaba arrepintiendo de sus decisiones. Era seguro que ninguno de los dos sabía nada.
A este punto no llegaría a ningún lado.
Ninguno de los tres se percató del sonido de la suela de un zapato de charol hasta que escucharon la característica (y chillona) voz del líder Rosehearts.
—Cántale una canción. —Dijo mientras entraba al salón—. Pero que sea en privado, y que sea una especial.
—¿habla por experiencias, señor Rosehearts? —Bromeó Cater. Como respuesta, las mejillas del mencionado se encienden rojas como un árbol de navidad.
En Heartslabyul se rumoreaba que Floyd Leech y el líder de los dormitorios eran pareja. Esto era un rumor solamente, pero le daría explicación a muchas cosas. Como el estado de humor de Riddle ultimamente.
Ace no se podía imaginar a Floyd cantando. Sí, el chico tenía una voz tranquila, y hasta se atrevía a decir que el perezoso tono juguetón con el que decía algunas cosas le parecía atractivo. Pero es que se le hacía tan irritante como persona que su simple voz fácilmente podría ser la banda sonora de su tortura.
Ignorando eso, la idea era buena. Era íntima, romántica y memorable. Ah, todo en sus sentidos se descomponía al imaginarse a ellos dos, solos, en una habitación, cantándole.
—Sólo lo sugiero porque, hasta donde yo sé, Ace sabe cantar y tocar la guitarra ¿O no?
Eso era verdad. Cuando era más joven, su abuela le regaló una guitarra acústica para un cumpleaños, y él no desperdició el regalo. Además, tenía buena voz de cantante. Podía servir.
—¿te gusta la música? —Cater preguntó, a lo que Ace asintió— ¡Deberías unirte al Light Music Club!
Ah, la petición que estaba evitando.
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Eran las siete de la noche y Ace le pidió a Deuce hacer una pijamada en su cuarto. Jugarían videojuegos, conversarían, y después él sacaría la guitarra y empezaría a cantar Lamento Boliviano... Bueno, no exactamente Lamento Boliviano, pero sí una canción buena.
Ya sabía cuál canción iba a usar.
Después de una partida de Mortal Kombat, una discusión estúpida, y un juego muy intenso de Stop, decidió que era el momento.
—Te quiero mostrar algo. —Dijo de repente. Las manos le temblaban al ver la sonrisa que tenía Deuce en ese instante. Consecuencia de haberse reído tanto.
Su semblante se relajó y eso a Ace le trajo tanto una oleada tranquilidad como un huracán de emociones creciendo en su vientre.
Torpemente se dirigió hacia donde estaba el estuche de la guitarra y la llevó hacia la cama. La sacó y se sentó frente a Deuce mientras la afinaba.
Cuando estuvo listo, se quedó en silencio por un momento, intentando decir algo. Pero realmente no tenía nada.
—No sé qué decir en este momento... —Se rió, intentando calmar el ambiente—. Sólo... Sólo voy a empezar.
Tomó una bocanada de aire y empezó a tocar.
Empezó con una melodía leve antes de empezar a cantar. La verdad, agradecía que la canción tuviese una introducción más o menos larga. Eso le ayudó a calmarse un poco. Sigue así por un rato, y la cara de Deuce tenía una expresión confusa y un brillo de curiosidad en los ojos.
Tragó saliva.
—Oye, dame una señal, la posibilidad de hacerlo a mi modo. —Empezó a cantar e inconscientemente cerró los ojos—. Dale, no seas cohibido, quiero algo contigo, más que ser amigos.
La canción fue directo y eso hizo que Deuce se sobresltara en su lugar, reacción que pasó desapercibida por Ace gracias a que llevaba los ojos cerrados. Pero pudo sentir la sacudida que recibió la cama y eso le hizo cosquillear con nerviosismo.
—Dime si alguna vez por la timidez ocultaste algo. —Siguió—. Vamos, puedes ser honesto. Deja yo hago el resto, me encargo de todo.
Después venía el coro y Ace todavía no quería abrir los ojos. Simplemente era muy cobarde como para enfrentarse a su reacción. Aunque, siendo honestos, una pequeña parte de él quería verle, quería ver sus mejillas sonrosadas, su expresión de sorpresa y sus ojos brillar. Pero otra parte de él, no tan pequeña, tenía miedo de que al abrirlos se iba a encontrar con una expresión asqueada en Deuce.
Y no quería eso.
—Déjame amarte o por lo menos que lo intente. —Empezó con el coro—. No es casualidad quererte, no es un accidente. —Sintió al contrario removerse y al sentirlo su corazón se saltó un latido—. Besarnos en Obregón con insurgentes, o podemos ser amigos simplemente.
Después de unos cuántos toques más a la guitarra, paró con la canción y abrió los ojos. La reacción de Deuce era de sorpresa pura y de curiosidad. Le brillaban las mejillas en un tono colorado y tenía un brillo singular en la mirada, un brillo que conocía y que había ignorado por tanto tiempo.
Ace apretó el instrumento entre sus manos. Dios ¿no puedes dejar de ser lindo, hijo de puta?
—Bueno, creo que ya se dió a entender pero... Me gustas. —Confesó en voz alta—. Me gustas mucho, maldita sea, de verdad me gustas. —No se dió cuenta de inmediato, pero está hablando rápido y tartamudeando mucho—. Pero está bien si yo no te gusto ¿sí? O sea, no te tienes que sentir obligado sólo porque te canté uns estúpida canción de amor. Podemos seguir siendo amigos y...
Las palabras murieron en su boca cuando sintió las manos de Deuce en sus mejillas.
Se quedó ahí y no hizo más nada. Ni un beso, ni una respuesta; nada. Podía sentirlo temblar bajo su tacto y eso le tranquilizó. Estaba casi o igual de nervioso que él.
Ace cerró los ojos y suspiró, inclinando la cabeza levemente para acercarse a su rostro. Deuce se removió y bajó sus manos.
—Te estás poniendo cohibido. —Susurró Ace sobre su boca con aires divertidos. El contrario cerró los ojos, dejando que sus pestañas largas descansaran sobre sus pómulos.
—No estoy cohibido. —Respondió, pero su cuerpo decía otra cosa.
—Está bien. Yo también estoy nervioso.
Ace llevó una mano a su brazo y empezó a depositar besitos a lo largo de sus mejillas y alrededor de sus labios. Deuce soltó un suspiro entrecortado.
Ni siquiera sabía por qué eso le ponía tan nervioso.
Plantó un piquito en los labios del contrario y él no se removió, no hizo nada. Sólo se quedó ahí, estático. Ace empezó a sentir vergüenza ¿Qué estaba haciendo?
Cuando se separó, la distancia no duró mucho. Deuce lo jaló de las mejillas y lo atrajo a él. Estampó un beso en su boca, un beso que envió corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Era su boca arrimándose contra la suya propia y eran sus manos enredándose en el cabello ajeno y agarrándose de la ropa del otro porque creían que se iban a deshacer en ese preciso instante. Sin darse cuenta estaba recostado sobre las almohadas con Deuce encima de él.
Fue Ace quien rompió el beso para tomar aire y Deuce se incorporó y quedó sentado sobre su pelvis. El pelirrojo dejó salir una carcajada, sin creer lo que estaba pasando.
Al principio, por un momento, lo de la canción le había parecido algo estúpido y hasta vergonzoso. Pero después de tenerlo a él encima suyo comiéndole la boca, se dió cuenta de que eran ellos. Que era él y sus hechizos estúpidos de viento y que era Deuce con sus calderos voladores. Que su mera existencia daba vergüenza y que, aún así, se querían.
Se querían mucho.
Fecha: 2022
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